La explosión fue imponente. Crispó lo pelos de unos y volcó las copas de vino de
otros.
Al segundo
uno, la parálisis fue eterna, las pupilas se agrandaron permitiendo una mayor
entrada de luz. La atención y la tensión ocular focalizaron la fuente del estruendo.
El segundo
dos nadie lo recuerda.
Pero al
tercer segundo, se apaciguaban las pulsaciones y el cosquilleo de la piel
gallinada se sosegaba.
Antes de que
se cumplieran los primeros cinco segundos posteriores al estrépito, y con las
pestañas de los muchos aún tiesas, la espuma desbordaba y el tío Igor gritaba: -
¡Salud!
Las copas
se besaron en lo alto en una orgía de alcohol y la jarana continuaba con varias
erupciones más.
mjs
1-7-16
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