23 de noviembre de 2019

Harto


“¿Puedo decir algo?”
“No.”
Todo terminó muy rápido. No lo hubiese querido así. Pero así se dio.
Abrió la puerta; lo miró a los ojos; soltó el picaporte, giró y caminó hacia adentro. 
Por su parte, entró con reparo, colgó la campera que llevaba en una mano mientras con la otra, acompañaba la puerta y miraba por última vez la calle desde esa perspectiva. 
Ya encaminado en el pasillo lo siguió. O eso pensó. Se dirigió mirando el suelo; esas cerámicas de muchos colores sin patrón entre ellas, siempre le llamaron mucho la atención. ¿Sería así el diseño o el colocador estaría drogado? , dudaba; algo recurrente en él durante sus visitas.
Cuando llegó al comedor levantó la vista, todo estaba como lo recordaba; cada detalle igual que la noche anterior. Pero él no. Su ausencia se convertía en un zumbido sordo en el medio del alma. 
Divagó un momento ante las posibilidades de buscarlo en los otros ambientes o esperarlo allí. Esperó sentado. En el lugar que solía ocupar. 
Por un momento creyó encontrar una serie de colores que se repetía, un patrón, pero no. En la quinta cerámica cuando debía recomenzar la secuencia, saltaba como cd rayado: rojo-rojo-rojo decían la 5, 6 y 7. Estaba drogado, pensó sobre aquel colocador.
“Tomá”
El bolso cayó sobre la mesa. Apenas si pudo ver la mano que soltaba las tiras del bolso. 
Cuando intento perseguir su mirada, la espalda, la angustia y tantos años, ya caminaban por el mismo pasillo hacia la puerta de calle. 
Dos segundos después, desde la silla podía verse la luz artificial que invadía la oscuridad del pasillo y delataba que la puerta estaba abierta. Era la señal.
Se incorporó, tomó el bolso y caminó. Ya no miraba el piso. Clavó la mirada en su nuca y caminó lento esperando sus ojos. Sus ojos, suplicaba por dentro. Sus ojos, reclamaba en silencio. Sus ojos.
Cuando estuvo a su lado y tuvo el ángulo perfecto para descubrir su rostro, sus ojos ya no estaban. Su mirada se había marchado; tal vez, ni bien abrió la puerta o tal vez, la noche anterior. No lo supo. No lo sabría.
Antes de cruzar el umbral dijo: 
“¿Puedo decir algo?” 
“No”
Todo termino muy rápido, casi tanto como fallece este relato.

mjs

14-07-2018