7 de febrero de 2020

Ser Cierto

Ser un simple movimiento,
un sonido más del estruendo.
Tal vez una sombra sin cuerpo,
una brisa más, un intento.

Ser lo obvio del momento,
un latido más, un eco.
Quizás suspiro de un lamento,
una chispa más, un supuesto.

Ser la imagen invisible,
la palabra sorda del proyecto.
Acaso una silla más
o simplemente un reflejo.

Ser la soledad del tumulto,
el giro quieto del mundo.
Tal vez la raíz del musgo,
el aplauso mudo del público.

Ser tan solo nada… y punto.
Ser vacío. Ser espacio. Ser uno.
Ser tan solo esto… y cierto.
Ser la compañía de tu tiempo.

                         mjs





5 de febrero de 2020

La espera y Ella


Sentado. Esperando.
La espera era de esas que provocan cosas por dentro que no se explican con palabras, pero que cuando las decís, las describe el cuerpo, los ojos y la sonrisa. Esa espera que desespera de ansiedad.
Entonces para acompañar la espera y pensar en ellas, en la espera y ella, escribía. Las palabras escritas, dicen que son las que revelan el alma o esa fuerza que tenemos dentro y que por alguna razón u otra no salen o salen a medias o tal vez muy desordenadas, tanto que su finalidad se pierde en la intensidad.
Así se encontraba escribiendo lo primero que le venía a la mente-. su contentura, sus dudas, tal vez sus culpas, pero también, seguramente - se le notaba ahí en medio de los ojos y en cada diente revelado por la sonrisa instalada- su felicidad; se momento de alegría inexplicable que se vive cada tanto, que convive con otros más o menos grises, más o menos tristes, más o menos oscuros. Sin embargo, ese momento de espera ansiosa era de esos que iluminan cuanta luna nueva estuviese en el cielo.
Cada tanto los dedos se detenían a pensar, porque quien se detenía era el creador de frases, entonces aprovechaba para dirigir a mirada por la puerta entreabierta y depositarla en la reja de entrada para ver si se asomaba. Imaginarse verla aparecer allí generaba una sobredosis de adrenalina.
¿Cuánto hace que esperaba? ¿Importa?...
Sonrisa. Risa. Abrazo. Beso. ¿Ese sería el orden cuando la espera falleciera? ¿Alguna palabra, tal vez, entre alguno de los anteriores? Es muy probable que abrazo y beso fuesen dos hechos unísonos. Un abrazo con beso. Un beso con abrazo. No era lo más importante.
Lo imprescindible era la llegada. Esa imagen que se repetía en su imaginación pero que no salía del plano de lo fantástico.
Las melodías que sonaban para ocupar el espacio vacío de palabras habladas, no lograban deshacer el hechizo de escribir en la espera; les era imposible distraer siquiera el momento sublime de pensarlas, a la espera y a ella.
¿Cuánto hace que esperaba? ¿Quince días? ¿Un año? ¿Importa?...
El teléfono sonó. Otras palabras escritas, distintas a las que él escribía, confirmaban la llegada inminente. Y fue entonces cuando el corazón se aceleró imprevistamente, inimaginablemente, hasta ese momento. Racionalmente, pensado con posterioridad, cómo no se va a poner a bombear sangre aceleradamente ese corazón, si en menos de cinco minutos estaría cara a cara, sonrisa a sonrisa, beso a beso; ella se asomaría, él miraría hacia la reja y saltaría de la silla, seguramente tropezando con algo, para abrirle y encontrarse con quien haría que la espera ansiosa finalizara.
¿Dos minutos más? ¿Uno? ¿Importa? Sí.
O tal vez, ya no.
Llegó.
mjs
01-02-2020