24 de diciembre de 2017

Mordaza

Un grito zumbido estalló,
se escuchó lejos y tembló. 
Los ojos del odio eterno
miraron ajenos y se decretó.
Cese. Calle a la calle.
Y así fue…
La nube se movía rara.
Acometía hacia arriba,
llegaba a un punto en el aire
y comenzaba a caer dibujando
el terror en el cielo.
La nube besaba el suelo
y se convertía en estampida,
bañando en pavor los cuerpos.
Algún audaz osaba… alguno…
Y entonces…
Los granos en vuelo sediento
ansiosos de besar los cueros,
buscan la huida de los solos.
Salen a cazar llantos.
Salen a cazar miedos.
Salen a cazar soledades inermes.
Y estos cascos con dientes de pánico blanco
y sonrisas de muerte, se sienten con suerte.
¿Y aquel hombre?
Hombre hincado con su miedo de la mano.
Nube y granos.
Sonrisa de impactos.
¿Y aquella mujer?
Mujer descalza con su llanto en brazos.
Nube y granos.
Sonrisa de impactos.
El terror girando, va a toda velocidad.
Cazando almas, va desolando la ciudad.
¿Y aquellos jóvenes?
¿Y aquellas huérfanas?
Nubes y granos.
Sonrisas.
Impactos.
Los ojos del odio eterno
pestañean victoriosos, crédulos de soberbia.
Creen que el grito callado es silencio.
Y el grito callado es siembra de conquista.
Y el grito callado explota dos veces más fuerte.
Y el odio eterno los sabe.
Y el odio eterno lo siente.

mjs 

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