Lacrimógenas. Sus palabras fueron lacrimógenas.
El ácido de cada sílaba fue penetrando de a poco en el alma y
carcomiendo las columnas que sostenían la decisión de inmutabilidad.
Cada entonación suscitaba en los ojos el resplandor hídrico
del salitre amenazante.
Cada pausa, cada silencio, entumecían la garganta enrareciendo
el tránsito del aire. Anegando todo vestigio de resistencia.
Cada titubeo o tropiezo sintáctico, alimentaba una esperanza
que agonizaba ya sin reacción en lo oscuro del olvido.
Hasta que el conjunto de vocablos final provocó en desborde
inminente del dique; el valle entre los pómulos se inundó repentinamente,
indisimulablemente.
El surco brillante se dibujó hasta el mentón, donde acumuló
fuerza para precipitarse en caída libre.
Y caía la gota como se caía el cielo; como caía el mundo.
Y caía la gota como se caía el hoy; como caía el mañana.
Y caía la gota como se caía el plural.
El plural se sumió más allá de ayer. Más profundo. Más remoto.
mjs