2 de julio de 2016

Sin Vuelta Atrás




Nada se podía hacer. Ella yacía en lo profundo más oscuro de aquella fosa.
Al soltarla y dejarla caer, él sintió como que algo se le despegaba del alma. Quiso sujetarla, pero ya era tarde. Ahora el aire y la caída eran sus dueños.
Lo intentó. Lo intentó.
Se estiró hasta casi desgarrar los ligamentos de sus dedos. Trató de meterse allí, a rescatarla, a devolverla a sus manos. Pero fue inútil.
La culpa por haberla soltado así, sin más que relajar los músculos de sus dedos, no lo dejaría en paz.
Retrocedió varios pasos sin sacar la vista de la fosa, elucubrando todo tipo de situaciones posteriores; de explicaciones, de excusas, de coartadas.
Se sentó en un banco a unos diez metros de donde la vio por última vez, cuando todavía estaba en sus brazos apretada a su pecho. Esperó tieso allí su propia muerte...  
Ni bien el hombre de uniforme la descubrió y la sacó de las profundidades donde había sido abandonada, se supo muerto.
Ya no había vuelta atrás.
La carta llegaría a manos de Claudia; y así, ella lo sabría todo.
mjs
1-7-16

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