Desde
lo profundo del valle, entre rocas, troncos y agua fresca, nace.
Entre
sombras y brisas, crece.
La mano
sabia y alquimista, elige y mezcla: ácidos, dulces, amargos; risas, cantos,
suspiros.
El
torrente gaseoso remolina y los témpanos enloquecen dentro del océano herbáceo.
El
remolino asienta las sensaciones, los aromas y sabores; y a medida que se
relaja, el ímpetu de sorberlo madura.
Finalmente,
helado, recorre su camino; apaciguando, aliviando y haciendo que la tarde tenga
otro color, otro fulgor, otra paz.
El
tónico acompaña y se hace alma; y enamora.
La
tarde se mece, calma y fluye.
mjs
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